Angeles López – March 24, 2012
El lenguaje no es algo que exista fuera de nosotros, ‘vive’ en el cerebro. Aprender un solo idioma o dos de forma simultánea conforma unas redes neuronales distintas entre una persona monolingüe y otra bilingüe pero, ¿de qué manera influye esa diferencia? ¿Tienen los políglotas capacidades no comunicativas superiores? ¿Son más listos los niños que hablan dos lenguas? ¿Genera el mismo efecto en el desarrollo aprender castellano y catalán que inglés y japonés?
Existen muchos grupos científicos que están estudiando el proceso de adquisición del lenguaje y cómo las lenguas se organizan en el cerebro. Uno de los más prestigiosos y prolíferos es el denominado BRAINGLOT, integrado por seis grupos en los que trabajan unos 200 investigadores. Se trata de un proyecto español que, desde que se formó hace cuatro años, no ha dejado de publicar resultados interesantes sobre distintos aspectos del bilingüismo, en el área neuropsicológica, funcional y lingüística.
“España es el lugar idóneo para hacer este tipo de investigaciones por diferentes razones. Pocos países, por no decir ninguno, tienen nuestras peculiaridades. Contamos con individuos que utilizan lenguas muy parecidas, como el catalán y el español, y otros muy dispares, como el euskera y el español. También hay población monolingüe. Además, el estatus social y educativo entre ellos es similar y las distancias que los separan son pequeñas”, afirma Núria Sebastián-Gallés, doctora en psicología, principal investigadora del grupo Percepción y Adquisición del Discurso de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y coordinadora del proyecto BRAINGLOT.
Entre sus objetivos se encuentran averiguar las bases neuronales del procesamiento del lenguaje en las personas bilingües, conocer las diferencias, positivas y negativas, que esta segunda lengua genera en la mente y saber cuál es el solapamiento que se da entre las redes neuronales con los cambios de tareas no lingüísticas y del lenguaje. Para ello, desde la Universitat Jaume I de Castellón, el grupo de César Ávila, catedrático de Psicología Básica, trabaja en el laboratorio de neuroimagen funcional para conseguir el ‘retrato’ del cerebro bilingüe.
Flexibilidad cognitiva
“Las personas bilingües utilizan más áreas cerebrales en una tarea lingüística, sobre todo del lado izquierdo del cerebro (el relacionado con el lenguaje) y de algunas del derecho. Es un procesamiento menos eficiente pero no menos eficaz, es decir, lo hacen igual de bien que los monolingües pero para ello necesitan emplear más áreas de su cerebro. Esto podría significar algún tipo de pequeñísimo enlentecimiento a la hora de manejar el lenguaje. Pero la parte positiva es que los bilingües tempranos al pasarse todo el día cambiando de lenguaje, tienen entrenadas capacidades cognitivas no lingüísticas, en concreto en las funciones ejecutivas, que sirven para adaptarse a los cambios de tareas variadas. Se podría decir que en estas tareas son mejores. Nosotros aportamos la base visual de por qué son más eficaces y hemos visto que es porque utilizan otras áreas cerebrales distintas a los monolingües”, apunta Ávila.
Ellen Bialystok y Michelle Martin, dos expertas en bilingüismo, explican en un artículo, publicado 2004 en la revista ‘Developmental Science’, que “el bilingüismo precoz modifica y mejora en los niños el desarrollo del control de la atención mientras que tiene poco impacto en cómo se analizan las representaciones”. Pero, como recoge en otro trabajo publicado hace dos años en la revista de la ‘Asociación para la Ciencia Psicológica’, “las personas que hablan dos idiomas tienen menor competencia en el lenguaje formal”.
Como apunta Albert Costa, coordinador del grupo de Investigación en Producción del Habla y Bilingüismo, de la Universitat Pompeu Fabra, y también integrante del proyecto español, “son las dos caras de una moneda. A la hora de producir lenguas parece que los bilingües son más lentos y tienen con más frecuencia una mayor dificultad para encontrar la palabra deseada, es lo que se denomina tener la palabra en la punta de la lengua. Además, poseen un menor vocabulario, aunque cuando se tienen en cuenta las dos lenguas el número de palabras que conocen es superior en comparación con una persona monolingüe. Pero esto es algo lógico, es como quien juega sólo al tenis y el que juega al tenis y al pádel, el primero será mejor en tenis pero el segundo sabrá manejarse en los dos juegos”, explica.
Las divergencias en la flexibilidad cognitiva no son “diferencias brutales, si no todo el mundo estaría dominado por los bilingües. En cuanto al manejo del lenguaje, esa mayor lentitud a la hora de encontrar la palabra correcta es de milésimas de segundo, mientras la persona habla no se nota que tiene otras lenguas tocándole las narices y que su cerebro tiene que estar eligiendo constantemente el idioma con el que tiene que hablar”, señala Sebastián-Gallés.
El lenguaje en los bebés y en los ancianos
Lo que sí que parece es que las ventajas del bilingüismo se notan más en los niños pequeños y en los ancianos. “El área prefrontal es la parte del cerebro que se termina de desarrollar más tarde en la vida, lo hace en la adolescencia tardía, y es de las primeras que se nos fastidia, entre los 30 y 40 años. Como los bilingües la tienen más entrenada, eso hace que se les acelere el desarrollo y parece que previene o frena la aparición de los síntomas de deterioro”, detalla esta psicóloga. Aunque como apunta Costa, “hay que ir con cuidado en relación con las demencias, porque hay pocos estudios sobre el tema.
‘Utilizar dos idiomas contribuye al concepto de reserva cognitiva’
Parece que la gimnasia mental de aprender y utilizar dos idiomas contribuye al concepto de reserva cognitiva, es decir, que a igualdad de daño cerebral en una demencia o en el Alzheimer hay gente que tiene menos síntomas. Ojalá hubiera más datos en este sentido. En España se podría hacer un estudio epidemiológico serio, pero como el bilingüismo es un tema sensible políticamente hablando no hay interés en este sentido”.
Otra rama de investigación es aquella destinada a conocer las diferencias que se dan a una edad muy temprana. “Nosotros no trabajamos mucho con bebés, pero sí hay estudios sobre el tema. Se sabe que en los primeros meses no se puede distinguir entre dos lenguas pero, a los cuatro meses, un niño sí puede diferenciar entre catalán y castellano. También, a los ocho meses, los bebés bilingües pueden notar las diferencias, por ejemplo, entre español y francés, simplemente viendo dos personas hablar, sin escucharlas, mientras que un monolingüe es incapaz de hacerlo”, afirma Sebastián-Gallés.
En sus trabajos, también han comprobado, mediante resonancia magnética funcional, que aunque uno aprenda dos lenguas desde el nacimiento, siempre hay una que va a funcionar como dominante, y que será aquella a la que más esté expuesto el bebé (normalmente la lengua de la madre). “Esto sólo se ve con técnicas muy finas, porque hay diferencias muy pequeñas, tanto que la propia persona no se da cuenta de que maneja mejor una que otra”, aclara esta psicóloga.
El aprendizaje de una segunda lengua
Además de llegar a entender los beneficios que genera el bilingüismo en la función ejecutiva, otra rama de estudio del proyecto BRAINGLOT es conocer por qué cuesta tanto aprender un segundo idioma pasada una edad. “Nuestra tarea es investigar, qué cosas que son distintas de una lengua a otra son las que van a ser más fáciles de aprender y cuáles más difíciles”, explica Itziar Laka, profesora de lingüística de la Universidad del País Vasco e investigadora principal Elebilab, grupo que forma parte del proyecto
‘Todo el retrato completo nos hace comprender mejor la naturaleza del lenguaje’
Esta experta analiza las señales cerebrales de las personas cuando escuchan en un idioma algo mal (cuando se produce una violación sintáctica) y su manera en que el cerebro codifica eso. “Hay una cosa que la gente no se da cuenta: Se cree que el lenguaje es algo cultural pero no es así, es una función cognitiva. Si la segunda lengua es muy distinta, el patrón cerebral será diferente en una persona bilingüe que en una nativa. Pero también estudiamos qué aspectos de la lengua están representados de la misma manera en el cerebro de los dos”, aclara.
Laka insiste en que la información que se consigue estudiando el cerebro de una persona que habla dos idiomas es mucho más rica que la que se logra analizando el de alguien nativo. “Todo el retrato completo nos hace comprender mejor la naturaleza del lenguaje”, afirma. Esta especialista evalúa a personas de unos veintitantos años que aprendieron euskera con cuatro o cinco años. “Pensábamos que no íbamos a encontrar diferencias entre ellos y los nativos, pero no ha sido así. A los cuatro años, la primera lengua ya ha ocupado un espacio prioritario en el cerebro, y la segunda tiene que luchar por su espacio”.
Pero también se sabe que como se realiza menos esfuerzo con el primer idioma, el tejido cerebral implicado en su uso es menor. De hecho, varios estudios muestran que existen diferencias en la densidad de materia blanca entre las personas bilingües y las que sólo hablan un idioma. “A mayor mielina mayor rapidez de procesamiento. Los cambios no sólo son funcionales sino estructurales. Lo importante es determinar que un aprendizaje externo conforma una morfología cerebral”, señala Costa.
El grupo vasco también analiza el efecto que tiene la ergatividad, es decir, “el euskera como las lenguas mayas, el georgiano o el tibetano, es una lengua ergativa y tiene una manera de marcar los sujetos y los objetos distinta a la de las lenguas nominativas como son todas las latinas. Esto se ha considerado una división psicológica. También miramos aspectos como la concordancia verbal que en castellano sólo es con el sujeto, mientras que en euskera es con el sujeto, el objeto y el dativo. Y ahí vemos que cuando tienes concordancia en tu lengua nativa, puedes usar ese recurso para la segunda lengua”.
Un aprendizaje individual
En definitiva, lo que pretenden estos investigadores es hacer un mapa de las cosas que son distintas en la lengua y, cuando ésta no es nativa, cómo se representa en el cerebro. “Hemos intentando completar el mapa en la franja de los cuatro-cinco años para saber cómo se va colocando la segunda lengua en el cerebro cuando se aprende a esa edad. Pretendemos tener una base empírica sólida y seria de qué cosas son difíciles y fáciles para aprender una lengua”, explica Laka.
“Mientras en las lenguas nativas todos somos igual de buenos, sólo hay diferencias por la educación, en las segundas lenguas no todo el mundo es igual. Hay evidencias que sugieren que determinadas maneras de aprender una lengua son más validas para unas personas que para otras. Quizás en un futuro podamos predecir, según el tipo de persona que seas, la manera de aprendizaje que requieres”, aventura Laka.
Porque un objetivo a largo plazo es que este conocimiento sirva para ayudar a aprender una segunda lengua de manera más eficiente. “Pero esto sólo se podrá hacer cuando sepamos mucho más sobre este tema”, explica esta investigadora que también señala la falta de recursos a un año vista. “El proyecto nació con el compromiso político de que los recursos que íbamos a tener no se iban a terminar finalizados los cinco años, sino que tendría continuidad. Pero eso ha cambiado. Es verdad que la situación económica también lo ha hecho, pero es una pena que en un país ideal para estudiar el bilingüismo no se pueda hacer. No es un problema de recursos humanos sino de estabilidad e infraestructura para hacer ciencia”.
Source: El mapa del cerebro bilingüe